3.05.2013

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Pensó en la vida, pensó en su alma. Pero no en la suya, nunca era la propia, nunca le gustó pensar en ella, creía que el hecho de pensar en uno mismo significaba inmediata e irremediablemente, ser ególatra; por ende prefería no pensar en sí misma, y tratar de batallar con esos monstruos mentales que la atosigaban (y nunca se iban).
Pensó en él. En cómo estaría, pensó en sus ojos; en su mirada, tan profunda, tanta paz contenida y un leve dejo de tristeza.. Hacía muchos años ya que lo conocía, y si bien no creía en el amor a primera vista, sabía que algo similar le había sucedido en el instante, cuando lo vio por primera vez. Ni bien existió la posibilidad de que sus miradas se cruzaran, supo que su destino (si es que se puede decir así) era pertenecer a esos ojos. Verse ahí, eterna, etérea, junto a él.
Sintió un leve pesar, pero decidió que levantarse era su mejor y única opción, sacudirse un poco las telarañas que la entretejían junto a su pasado, ya había pasado mucho tiempo pensando, y para estas alturas, el dolor y la incertidumbre le pesaban en la espalda..

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