12.07.2010

Sideral desconexión I

Se despertó, y se levantó alunada, como todas las mañanas. Se levantó, tropezando con todo -como de costumbre-, entró al baño para lavarse la cara y así proporcionarle un poco de vivacidad a su rutina. Comenzó a vestirse lentamente, a los segundos los recuerdos asaltaron su tranquilidad, lo cual la llevó a sumirse en el más profundo mar de pensamientos.
El tiempo pasó muy rápido, ¿Hacía cuánto tiempo que no lo veía? Horas, días, meses.. Años quizás. En fin, el tiempo no importaba, el hecho que adquiría suma importancia era el recuerdo, fuerza tan poderosa. Perdiéndose en momentos, en hechos vivídos junto a él, risas y llantos, abrazos eternos, empezó a extrañarlo. Extrañar el hecho de sentir su perfume cortando el sabor del aire, el hundirse dentro del mar que significaban sus brazos, extrañarlo.
La vida los llevó por diferentes caminos, y ella pensó que quizás nunca podrían verse de nuevo. La asaltó la duda.. ¿Y sí el también la extrañaba de esa misma forma? ¿Pensaría en ella? Era absurdo tratar de resolver esos interrogantes, nunca sabría si lo que pensaba o creía era real; nunca iba a sacarse esa duda de la cabeza.
Volvió a incorporarse, lentamente, al mundo real. No sabía con certeza el tiempo que había transcurrido durante el lapso de recuerdos. Lo que sí sabía era que lo necesitaba, quería escucharlo, saber como estaba.. Pero ¿Cómo lo haría? Las posibilidades eran sumamente escasas, pero sus ganas infinitas.
Bajó a la cocina para calentar agua y tomar mates, miró por la ventana. Llovía. Llovía como nunca, sus ojos se empañaron, y no precisamente por el agua de la lluvia; creyó que lo mejor sería salir, para poder despejarse, respirar un poco de ese aire húmedo, cargado del sabor de la tierra mojada. Calzó sus alpargatas y salió en busca de un poco de paz.

...

La lluvia entró por su ventana y lo despaviló, salió al balcón a observar el panorama, el paisaje. Adentro: Su casa, tan abismalmente grande, pero aún así era pequeña para todo lo que él contenía dentro de sí mismo. Afuera: La ciudad gris, aún más gris por el efecto de las nubes empapadas de lluvia.
Se sentó y comenzó a escribir, los días así lo inspiraban, la tristeza era su musa.. Y precisamente -y no sabía por qué- los días de lluvia, exhalaban tristeza. Escribió hasta que su mano dijo basta.
Decidió salir a comprar, realmente tenía mucha hambre y no había nada dentro de su casa que le apeteciera, agarró dinero y las llaves, y se fue.
La lluvia lo encandiló, y ni bien salió de su casa, olvidó el propósito que lo llevó a dejarla. Se dispuso a caminar, a observar la ciudad, caminó y caminó, horas, días ¿Quién sabe?.. Y sin darse cuenta, terminó mucho más lejos de lo que pensaba. Más allá de los mismos lugares que recorría siempre, su corazón trazó su camino; lo llevó a un lugar tan sublime, una especie de parque, lleno de árboles, un lugar puro.
La paz que habitaba ese lugar lo hizo recordarla, recordar su mágica sonrisa, su mirada tan profunda y amable. La necesitó.
Se recostó bajo un árbol, no le interesó mojarse, su mente comenzó a trabajar sin parar, los recuerdos se iban y venían, fugaces, como el viento que soplaba. Fugaz.
Gotas irremediables, provenían del cielo.. Y de sus ojos.
La quería, irremediablemente la quería.


"La verdad es que el tiempo no nos ha hecho bien.."

1 comentario:

  1. Ya estaba extrañando leerte, es genial, me gustó muchhísimo.
    te quiero.

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